miércoles, 21 de marzo de 2007

Una de manguis y mendigos...

Hace ya la friolera de 12 años (calculado así a bote pronto) estaba yo saliendo del tren en la estación del Norte de València para encaminarme a la plaza del Ayuntamiento para coger el autobús número 70 para acercarme a la zona de las universidades en Blasco Ibáñez cuando de repente noté a mi lado una desagradable presencia: era un hombre bajito, maloliente, con barba de 20 días (si Sergio Dalma o Miguel Bosé son atractivos con sus aspectos desaliñados y sus barboncias de 4 días este hombre exageró ese estilo demasiado y se perdió cualquier atisbo de sensualidad en su aspecto, os lo aseguro) y una pinta de drogadicto escandalosa. Al principio parecía que me iba a pedir "veinte duros" y se iba a ir ante mi negativa (que se iba a dar pero fijo, ya os lo digo), pero la situación no se solventó de forma tan sencilla. La frase "eh, tio, dame veinte duros, que acabo de salir de Picassent (cárcel provincial de Valencia para quien no lo sepa)" fue aderezada con otras perlas del tipo "no me hagas tener que pedírtelo de otra manera", "te lo estoy pidiendo bien" y "no me gustaría tener que atracarte", con lo que fueron unos 350 metros bastante desagradables los que tuve que recorrer desde el semáforo que hay frente a la plaza de toros hasta la parada de mi autobús. La sangre no llegó al río (menos mal, porque la que estaba en juego era la mia, je) y no le di ni un céntimo ni medio, pero no me hizo ni puñetera gracia todo esto. La casualidad quiso que esa misma tarde y también en la plaza del Ayuntamiento, viera a un joven mendigo sentado frente a un establecimiento de comida rápida, se me ablandó el corazón, pensé "uy, este chico tiene pinta de ser majete y de necesitar el dinero para algo más que chutarse" y le di veinte duros... los mismos que no le quise dar al tipo que me había tropezado por la mañana. Vale, hasta ahí todo medianamente normal... la situación anecdótica se dio a la mañana siguiente cuando me tropecé con ambos sujetos a la vez... recriminándome el primero que le hubiera dado 100 ptas. ¡¡a su hermano y no a él!! La madre que lo parió... bueno, la madre que los parió a ambos, vamos... si llego a saber que es su hermano no le doy ni los buenos días. En fin, quiero decir con esto que a veces no hay que fiarse de las apariencias y que realmente cuesta distinguir a las buenas personas de las que no lo son... Cosas que suceden.

No hay comentarios: