lunes, 25 de diciembre de 2006

Racismo involuntario

- A veces uno mete la pata hasta límites insospechados y corre el riesgo de ser apalizado por sus congéneres al hacerlo. Esto es justo lo que me sucedió con este relato... En la empresa para la que trabajo teníamos un equipillo de fútbol sala y ante la falta de profesionalidad de los que lo componíamos a menudo nos faltaban recambios en el banquillo, con lo que los "special guests" eran habituales en nuestras convocatorias. Debido a una inoportuna lesión me perdí uno de los partidos de la liguilla y en la oficina me comentaron al día siguiente que por lo visto el culpable máximo de nuestra derrota por la mínima había sido un colombiano que se había traído un compañero y que había fallado un penalty en el último minuto para, en la jugada siguiente, sentenciar el "match" con una falta al borde del área con la que acabaron por hundirnos. Un compañero acompañó esta síntesis con las palabras "y todo por culpa del puto Panchito"... Pues bien, resulta que a la semana siguiente volvíamos a jugar y el presunto culpable volvía a estar en la convocatoria. Yo no le conocía, de modo que, al verle en el terreno de juego y durante el entrenamiento, muy educadamente me acerqué a él y le dije "hola, encantado. Yo soy Marcel. Tú debes ser Panchito, ¿verdad?", a lo que él puso cara de no entender nada de nada y me dijo algo así como que se llamaba Edgar... creo, vamos. Dirigí mi mirada al compañero que había hecho el comentario de "Panchito" y tenía los ojos como platos y estaba a punto de mearse de la risa por lo que acababa de ver... y entonces lo vi claro... "Machu-Pichus", "Panchitos", "Sudacas"... joder, si es que la gente se inventa mil formas de llamar a los colombianos, ecuatorianos y demás sudamericanos de esa zona del continente. ¿Y yo qué sabía? ¿Cómo iba a suponer yo que no era el diminutivo de Pancho (como el yonki de Verano Azul) y su verdadero nombre? En fin, estas cosas pasan... sobre todo a mí, jeje.

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