Cuando uno escucha el nombre de ciudades como Belgrado, Sarajevo o Mostar (en la imagen) le vienen a la cabeza las imágenes de los telediarios de La 1 de hace algo menos de 20 años. Posiblemente los más jóvenes ni siquiera se acuerden o sepan por lo que hayan estudiado en sus respectivos colegios todo lo que acaeció a principios de la década de los años noventa a apenas 2500 km de distancia de nuestro país... razón de más para potenciar las clases de historia y tratar de lograr que la humanidad aprenda de sus errores (difícil va a estar) y no caiga de nuevo en ellos en un futuro. El caso es que Mostar (en el sur de la actual Bosnia y Hercegovina) es un claro ejemplo de convivencia entre culturas a día de hoy, pues, a pesar del claro predominio de los musulmanes frente a otras creencias, todos conviven en paz y harmonía (o eso parece... vete a saber cuál es la realidad, je) tratando de olvidar lo sucedido en un pasado cercano y de convertir este bello pueblo medieval en un referente turístico de primer orden. Y vaya si lo están logrando. Seguramente la imagen más conocida sea la del puente que se ve a mis espaldas en la foto, pero os aseguro que callejear por sus empedradas callejuelas es una delicia, al igual que degustar los manjares que se sirven a precios muy asequibles en los múltiples y encantadores restaurantillos (la mayoría hechos de madera y con vistas al puente y al río que cruza la localidad) o darnos un garbeo por la animada vida nocturna de Mostar. Tiendas de souvenirs, hoteles, heladerías y varios museos completan la oferta de una ciudad que, sin duda, merece la pena visitar. Por cierto, no creo que os quedéis impasibles al ver algunos de los edificios de posguerra que siguen quedando en pie a duras penas tras los intensos bombardeos sufridos durante la guerra de los Balcanes. Realmente impresiona ver las paredes agujereadas por la metralla cuando intentas ponerte en la piel de quienes tuvieron que sufrir en primera persona todo aquello. Todo un canto en contra de la guerra. (May 2009)
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